SILENCIO
Ya no escucho el silencio si cierro los ojos. Ahora zumba mi cabeza sin descanso; soy consciente, crecer es eso: percibir el oleaje, anticiparse; oír cómo cruje la hierba al marchitarse cual fruta al sol fundida entre el compás del calendario y mis pies. Ya no lo escucho, decía, antes sí, hace años, no tantos, no de niño, era fácil: cerraba los ojos; chiribitas, destellos y la mente en blanco hasta llegar al silencio. Me gustaba el proceso: estrellitas brotando en los ojos cerrados y la luz jugando dentro; los párpados de pararrayos, de cortina, de gasa cortando el cordón, creando el círculo mágico, separando la realidad del misterio. Ahí, muy fuerte, muy rápido perseguía con la mente los puntos cardinales de esa luz y ahí, en ese trayecto, llegaba el silencio. Era muy fácil si estaba allí, debajo de la higuera, y la luz no era un impacto, ni un suspiro: ahora todo bulle en mi cabeza. Quiero recuperarlo.

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