La isla vacía
En la isla vacía quedaron las puertas abiertas no hay nadie El aire roza los muros baja por los techos que no existen entra por una ventana rota nadie nota su presencia Se fueron antes de que el árbol creciera En el silencio sus huellas la luz de sus volcanes un vaso de vino y sabor a batata Huele a herrumbre el camino en la orilla escucho sus voces se nombran me nombran Soy la última No queda nadie
Un estruendo rojo y negro movió los cimientos. El miedo sacudió tu cama mientras contemplábamos las huellas de la pena en las cenizas. Se llevó todo lo que imaginamos nuestro. Cuando ya no quedaba nada que perder llegó el silencio. Salimos a conocer la tierra nueva. En medio de la lava brotaba un pino. Nos miramos.

En los relatos, anécdotas, pensamientos, reflexiones y poemas que he escrito hay algo en común y es que todos tienen que ver con lo poético. He encontrado un lugar, como una cueva abierta a la contemplación, un soñar despierta, un estar en plenitud, donde el descubrimiento de una imagen profunda me empuja siempre a volver hasta que logro expresar con palabras lo sentido.
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